Monday, November 27, 2006

A 135 años del crimen del 27 de Noviembre

Por Juan E. Batista Cruz

Es evidente que, a través de la historia de Cuba, ha existido un relevo de las fuerzas del mal, esas que se incuban en los hombres desnaturalizados y destilan odio y sed de venganza contra los patriotas que lucharon, luchan y lucharán por mantener la independencia conquistada a sangre y fuego.

Este 27 de noviembre se cumplirán 135 años del horrendo crimen cometido por el colonialismo español en las personas de ocho inocentes estudiantes del primer año de medicina, por el solo hecho de ser cubanos.

El cuerpo de voluntarios de La Habana, una institución paramilitar integrada por peninsulares radicados en Cuba, que llegó a contar con alrededor de 30 mil efectivos; representaba lo más retrógrado de la Metrópolis, al extremo de que las autoridades llegaron a sentir temor de la reacción de aquellos vándalos, si no se cumplían sus exigencias.

La lucha por la independencia había comenzado el 10 de octubre de 1868 en La Demajagua y el colonialismo español se propuso mantener la posesión de Cuba a toda costa, aunque hubiese que exterminar a la población criolla.

El cuerpo de voluntarios era una herramienta ideal para esos propósitos y solo bastó que cinco estudiantes de primer año de medicina se recrearan un rato alrededor de la tumba del reaccionario periodista español Gonzalo de Castañón, en el cementerio de Espada, para que la clase entera fuera acusada, sin prueba alguna, de profanar el nicho.

El odio incontrolable a todo lo nativo provocó la celebración de dos Consejos de Guerra, el primero de los cuales no pudo aplicar condenas severas, sobre todo por la brillante defensa del capitán Federico Capdevila Muiño, quien estuvo a punto de ser asesinado por los voluntarios por el solo hecho de asumir una actitud digna.

La protesta de los voluntarios puso a toda La habana en tensión y fue ilegalmente convocado otro Consejo de nueve jueces, siete de ellos integrantes del recalcitrante cuerpo. Los cinco muchachos que retozaron sanamente en el cementerio fueron condenados a morir por fusilamiento, junto a otros tres, escogidos por macabro sorteo, entre ellos Carlos Verdugo, quien el día de los hechos se encontraba en Matanzas.

En nuestro devenir histórico y tras la acción escamoteadora del imperialismo yanqui cuando la victoria de las armas cubanas era un hecho, nuevos “voluntarios” al servicio de los neocolonialistas, nacidos en Cuba por casualidad; siguieron masacrando a la juventud heredera de las mejores tradiciones de lucha, solo por complacer los designios del poderoso vecino.

Por algo Fidel, en su alegato de autodefensa La historia me absolverá, en el juicio por los sucesos del 26 de julio de 1953, acusó a Batista y sus esbirros de multiplicar por 10 el crimen cometido contra los ocho estudiantes de medicina en 1871.

Revueltas en su cubil, las bestias no admiten la realidad de que el pueblo de Cuba está orgulloso de la libertad nacida aquel luminoso primero de enero de 1959. Las fuerzas del mal, siguen con su relevo histórico y a través de los “voluntarios de nuevo tipo”, léase mafiosos sin alma y sin decoro; continúan su campaña de odio y muerte contra millones de inocentes, a quienes intentan rendir por hambre y enfermedades, mediante el más criminal bloqueo que se haya aplicado jamás en el mundo.

Así, hicieron estallar en el aire un avión civil con 73 personas inocentes a bordo, frente a las costas de Barbados el 6 de octubre de 1976, el más horrendo de los cientos de crímenes cometidos en estas casi cinco décadas de Revolución; además de organizar cientos de atentados fallidos contra nuestro Comandante en Jefe.

Es la rabia y la impotencia, la misma sed de venganza de aquel bárbaro asesinato que segó la vida de estudiantes casi niños que, como Alonso Álvarez de la Campa, contaba solo con 16 años de edad.

Esos diabólicos sentimientos, relevados y renovados, son el móvil que llevó al amañado e ilegal juicio en Miami contra Gerardo, René, Fernando, Ramón y Antonio a quienes, como aquellos jóvenes de hace 135 años, les aplicaron condenas excesivas con el único objetivo de “castigar” a Cuba.

Este imperio neocolonial o más bien fascista, utiliza los mismos métodos, en esencia persiguen similares objetivos: doblegar por cualquier vía nuestra resistencia a sus pérfidos designios o hacernos desaparecer de la faz de la Tierra.

Pero ni antes, con los crímenes como el del 27 de noviembre y el de la Reconcentración de Wéyler, ni el de ahora, con el trasnochado Plan Bush para una “transición democrática”, las fuerzas del mal podrán doblegar a un pueblo unido y dispuesto a ganar las batallas, no solo la de las ideas; sino las del combate frontal si se atrevieran a repetir sus aventuras de Afganistán o Iraq.

Cuba no teme, porque como dijera nuestro José Martí en su inmortal poema 27 de Noviembre, “Cuando se muere en brazos/ de la Patria agradecida/ la muerte acaba/ la prisión se rompe/ empieza al fin/ con el morir la vida.”







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